Oremos por los pueblos de Chalchihuitán y Chenalhó

Oremos por los pueblos de Chalchihuitán y Chenalhó

Buenas Noches.
Con agrado recibí, en días pasados, la invitación de Elías, presbítero y párroco de San Pablo Chalchihuitán, a acompañarle en la festividad de San Pablo, el Apóstol de los Gentiles. Considero que la invitación se debió, aparte del aprecio que me tiene, a ciertos escritos que hice, hará luego cuarenta años, sobre unos talleres de formación que impartimos, con el Padre Miguel Chanteau y las Hnas. de la Primavera, a los servidores de las comunidades cristianas de Chenalhó y de Chalchihuitán, en Yabteklum, por el año 1984, 85 y de las visitas que hice, en los dos años siguientes, por los parajes y aldeas de Chalchihuitán, palabra de la lengua nahual, que significa “piedra de Jade”.
El viaje lo hice, el día de ayer en compañía del obispo Mons. Rodrigo, que se dirigía también a los pueblos de Chenalhó y Chalchihuitán, con motivo de las celebraciones festivas de sus Santos Patronos Pedro y Pablo, respectivamente, como bautizaron a estos pueblos los frailes dominicos en los años 1546, al 47. Dicho sea de paso, el Gobernador Victórico Grajales, por el año 1934, retiró a los pueblos el sobrenombre de “Santo”, con ánimo de suprimir la fe cristiana en los pueblos de Chiapas, cosa que sirvió de muy poco. Hoy, ambos pueblos mantienen su condición de creyentes en Jesús de Nazaret, el Cristo.
De camino pude observar y me llamó la atención, el avance y desarrollo que han tenido las comunidades del municipio de Chamula y poco menos de Chenalhó en el plano económico, vivienda, con construcciones muy llamativas, muchas, digo yo, al estilo californiano, fruto en gran parte, de la migración, trabajo y remesas de jóvenes y adultos de ambos sexos al país del norte, donde tuvieron buenos ingresos y supieron emplearlos en viviendas, no así, en los parejes y pueblo de Chalchihuitán, que han permanecido un tanto encerrados en su tierra. Sin embargo, pude observar cambios significativos en construcciones de espacios públicos y también en las viviendas familiares. Considero que el pueblo chalchihuiteco. necesita de una atención especial de parte de los gobiernos estatal y federal.
Gratamente observé los avances que ha tenido la comunidad cristiana y católica en Chalchihuitán en estos últimos años, con el sacerdote Sebastián y, el día de hoy, con el presbítero Elías, joven, de la etnia y cultura tzotzil, que convive, sirve y habla la lengua de su pueblo; conocedor de sus tradiciones y costumbres y de la fe cristiana, sembrada en el siglo XVI por los frailes dominicos, surgiendo la Iglesia católica, comunidad de creyentes en el Dios de la vida y en su enviado Jesucristo. Es verdad, que Chalchihuitán, como otros pueblos chiapanecos, sufrió abandono, en particular en los siglos XIX y primera mitad del siglo XX, por la ausencia de Agentes de Animación y Coordinación Pastoral.
En nuestros días, fue necesario, hablando simbólicamente, soplar, revivir el rescoldo, las brasas cubiertas de cenizas de años de olvido, en la tradición y costumbre, en ritos y festividades que el pueblo con sus ancianos y mayores mantenía y cultivaba en prácticas devocionales, con responsabilidad. A los Agentes de Animación Pastoral y a los catequistas, correspondió esa labor de revivir la llama de la fe, entre otros, los padres Alberto Mahomey, Miguel Chanteau, las Hnas. del Divino Pastor y un servidor; trabajo que se realizó en la formación de catequistas nativos y breves visitas a las comunidades.
Llegando a Chalchihuitán, participé en la celebración de la Misa Solemne, presidida por Mons. Rodrigo y precedida de una caminata, manifestación de fe del Pueblo de Dios, con sus banderas e instrumentos musicales regionales: tambor, violón, guitarra, el arpa y el sonoro caracol, y toda la riqueza de ropas en hombres y mujeres de la tradición chalchihuiteca, con personas del pueblo y de los parajes y sus comunidades cristianas, animadas y orientadas por sus catequistas, principales y ministros. En la celebración de la Misa tomaron parte activa catequistas, ministros y Principales, un coro mixto de voces bien timbradas; todo en idioma tzotzil y, frente al altar, sobre el piso, el símbolo maya del universo, con maíz y flores indicando los cuatro rumbos del universo. El Pastor y obispo Rodrigo, animó a la asamblea de fe y a sus servidores, fortalecidos con el Pan de Vida, a la comunión con todas la Iglesias, bajo la dirección del Papa, continuador de la responsabilidad petrina, siendo la Iglesia de Jesús en Chalchihuitan camino, verdad y vida para su pueblo.
Todo está hecho y todo queda por hacer, en particular, considero que se ha de poner el acento en la plena comunión entre la corriente tradicional católica y la corriente renovada de la Iglesia Conciliar. Digo esto, pues observé, durante la celebración de la Eucarística, que, por la periferia de la asamblea celebrativa Eucarística, pasó una procesión con banderas tradicionales, cohetes y música, portando en andas la imagen de San Pedro. Lo comenté con el padre Elías, quien me dijo, que ya estaba en diálogo con la corriente, digamos de la tradición.
Regresamos y, pasado el puente, digo yo fronterizo entre ambos pueblos, Chalchihuitán y Chenalhó, alcanzamos las tierras en disputa entre ellos, que han ocasionado graves pleitos y hasta muertes, y de donde fueron desalojadas veintidós familias sin que se haga justicia. El asunto no está resuelto.
Nos detuvimos en Chenalhó, donde celebramos la Misa Solemne en honor a su Patrón, San Pedro Apóstol. Mucho tendríamos que comentar también, en torno a la fiesta y a la fe de este pueblo, que estuvo bajo el cuidado, durante cuarenta años, del Padre Miguel Chanteau, que fallecido el 2 de junio de 2022, en San Cristóbal de Las Casas. Oremos por él y por los pueblos de Chalchihuitán y Chenalhó y el restablecimiento de la paz y la misericordia.
Fray Pablo o.p., 30 de junio 2024